El buen vivir avanza cada día por
medio de la campaña de inventos. Hace
poco visitamos al señor Libardo Ul, en la verdad de El Credo, resguardo
indígena Huellas – Caloto, quien ha compartido con nosotros su experiencia de
creación llamada “la moto despulpadora”.
Una
mañana fría, cubierta por neblina y acompañada de lluvia. Una vez llegamos, el
inventor nos dio la bienvenida sintiéndose sorprendido por la visita,
manifestando que había olvidado la fecha. De todos modos ya estábamos allí.
Nos
dirigimos a ver el invento que estaba más o menos a un kilómetro de distancia
de su casa, encontrándonos con una despulpadora de las antiguas que además se
notaba desgastada, pero era la que él utilizaba para moler el café. No pudimos
ver la motocicleta porque lastimosamente se la habían robado en unas
festividades a su propietario, cómo no, el compañero Libardo. En todo caso
buscamos una para el ensayo.
Este plátano necesita una manito ¿cierto?
En
donde va la polea (la parte que hace girar el cilindro y así despulpar), el
inventor ha adaptado una catalina de motocicleta, o piñón grande. Lo que se
hace es bajar la llanta trasera de la moto, abrir la cadena de la moto
(quitándole el pin) y añadirle otro pedazo de cadena con el fin de que quede
más larga y pueda alcanzar la catalina que está adaptada a la despulpadora. Así
la despulpadora quedará un poco alejada de la moto y no habrá ningún
inconveniente al momento de despulpar.
Una
vez que la cadena calce bien en la catalina de la despulpadora y en el piñón de
arrastre de la moto, se procede a unir nuevamente la cadena insertando el pin
para así empezar a trabajar. Luego se enciende la motocicleta y se le gradúa el
cambio de marcha y se acelera desde el tornillo del mínimo; el mecanismo entra
en funcionamiento y lógicamente la despulpadora empieza a trabajar. Si se
quiere aumentar la velocidad se gradúan los cambios de la motocicleta y se deja
un poco acelerada para que ella trabaje sola. El oficio de uno es solo echar el
café en la tolva y prepararse a apañar el grano por los chorros de la máquina.
Es
mucha la cantidad que se puede moler en solo unos minutos. En hora y media se
puede moler hasta 18 bultos de café, imagínense lo que se puede moler en un
día. La idea se le ocurrió a Libardo cuando su mamá le dijo que tal día tendría
el turno de despulpar. No durmió la noche anterior. Tendré que moler por lo
menos tres días, pensaba. La solución podría venir desde hace unos 7000 años,
quién iba a creer. Como en ese tiempo tenía su moto se le ocurrió que de algo
le podía servir.
La mirada maliciosa del inventor.
Pensó
toda la mañana. Se fue al sitio de trabajo y vio los 18 bultos que le sonreían.
La pereza le picó la curiosidad y lo obligó a moverse. Ahí fue que encontró la
solución de la moto. En dos horas quedó desocupado y el inventó fue la
admiración de los trabajadores que no almorzaban por ver una moto moliendo
café.
Pocos
días después había fiestas en El Tierrero, cerca de El Credo. A un señor le
bailaban las paticas antes de la parranda y tenía 11 bultos por despulpar. ¿Y
ahora quién podrá ayudarme? Buscó a Libardo, quien pidió al hijo del parrandero
que le prestara la moto. Armaron el mecanismo y después de un rato el trabajo
estaba hecho. El café al tanque y el dueño al baile.
Bien
dicen que la pereza es la madre de la creatividad. Y así es. La rueda la
inventaron hace unos 7000 años para los trabajos de alfarería. Dicen. Y claro,
cansados de que el peso les moliera los hombros a los macancanes que salían a
los trabajos rudos, empezó el asunto de volverla medio de carga. Parece que los
chinos ya la usaban hace cuatro mil años en pequeños carros. Y ahora, en esto
que llaman siglo XXI, mucho es lo que depende de la rueda. Para ahorrar tiempo en la despulpada,
para alcahuetear la pereza y hasta para ir a la fiestas de El
Tierrero, sobre ruedas.
Finalmente la máquina funciona. La despulpada rinde que da gusto ver salir chorros de café.