martes, 16 de diciembre de 2014

La madre de la creatividad

El buen vivir avanza cada día por medio de la campaña de inventos.  Hace poco visitamos al señor Libardo Ul, en la verdad de El Credo, resguardo indígena Huellas – Caloto, quien ha compartido con nosotros su experiencia de creación llamada “la moto despulpadora”.

Una mañana fría, cubierta por neblina y acompañada de lluvia. Una vez llegamos, el inventor nos dio la bienvenida sintiéndose sorprendido por la visita, manifestando que había olvidado la fecha. De todos modos ya estábamos allí.



















Nos dirigimos a ver el invento que estaba más o menos a un kilómetro de distancia de su casa, encontrándonos con una despulpadora de las antiguas que además se notaba desgastada, pero era la que él utilizaba para moler el café. No pudimos ver la motocicleta porque lastimosamente se la habían robado en unas festividades a su propietario, cómo no, el compañero Libardo. En todo caso buscamos una para el ensayo.



Este plátano necesita una manito ¿cierto?














En donde va la polea (la parte que hace girar el cilindro y así despulpar), el inventor ha adaptado una catalina de motocicleta, o piñón grande. Lo que se hace es bajar la llanta trasera de la moto, abrir la cadena de la moto (quitándole el pin) y añadirle otro pedazo de cadena con el fin de que quede más larga y pueda alcanzar la catalina que está adaptada a la despulpadora. Así la despulpadora quedará un poco alejada de la moto y no habrá ningún inconveniente al momento de despulpar.

Una vez que la cadena calce bien en la catalina de la despulpadora y en el piñón de arrastre de la moto, se procede a unir nuevamente la cadena insertando el pin para así empezar a trabajar. Luego se enciende la motocicleta y se le gradúa el cambio de marcha y se acelera desde el tornillo del mínimo; el mecanismo entra en funcionamiento y lógicamente la despulpadora empieza a trabajar. Si se quiere aumentar la velocidad se gradúan los cambios de la motocicleta y se deja un poco acelerada para que ella trabaje sola. El oficio de uno es solo echar el café en la tolva y prepararse a apañar el grano por los chorros de la máquina.

Es mucha la cantidad que se puede moler en solo unos minutos. En hora y media se puede moler hasta 18 bultos de café, imagínense lo que se puede moler en un día. La idea se le ocurrió a Libardo cuando su mamá le dijo que tal día tendría el turno de despulpar. No durmió la noche anterior. Tendré que moler por lo menos tres días, pensaba. La solución podría venir desde hace unos 7000 años, quién iba a creer. Como en ese tiempo tenía su moto se le ocurrió que de algo le podía servir.



La mirada maliciosa del inventor.




















Pensó toda la mañana. Se fue al sitio de trabajo y vio los 18 bultos que le sonreían. La pereza le picó la curiosidad y lo obligó a moverse. Ahí fue que encontró la solución de la moto. En dos horas quedó desocupado y el inventó fue la admiración de los trabajadores que no almorzaban por ver una moto moliendo café.

Pocos días después había fiestas en El Tierrero, cerca de El Credo. A un señor le bailaban las paticas antes de la parranda y tenía 11 bultos por despulpar. ¿Y ahora quién podrá ayudarme? Buscó a Libardo, quien pidió al hijo del parrandero que le prestara la moto. Armaron el mecanismo y después de un rato el trabajo estaba hecho. El café al tanque y el dueño al baile.


Bien dicen que la pereza es la madre de la creatividad. Y así es. La rueda la inventaron hace unos 7000 años para los trabajos de alfarería. Dicen. Y claro, cansados de que el peso les moliera los hombros a los macancanes que salían a los trabajos rudos, empezó el asunto de volverla medio de carga. Parece que los chinos ya la usaban hace cuatro mil años en pequeños carros. Y ahora, en esto que llaman siglo XXI, mucho es lo que depende de la rueda. Para ahorrar tiempo en la despulpada, para alcahuetear la pereza y hasta para ir a la fiestas de El Tierrero, sobre ruedas.


Finalmente la máquina funciona. La despulpada rinde que da gusto ver salir chorros de café.